Hay
días blandos en los que el sexo se antoja como un paseo demasiado escarpado
Da como
pereza porque lo que deseas es nutrirte de abrazos asexuados o mejor dicho,
asexuales, pegarte, fundirte, sintiendo cosquillas en la nariz con el vello de
su pecho.
Hoy es
uno de esos días ya no blando, sino licuado, en los que llegas a casa
derramándote, con los brazos arrastrando… y pienso, donde estará
esa piel que siempre hierve haciéndome infusión moruna cuando me acerco, cuando
le rodeo desde atrás con mis brazos.
Y te
encuentro donde siempre, vertiéndote sobre las hojas en blanco… desnudo de toda
noción de mi presencia. Te observo sintiendo en mi memoria tu abrazo fuerte,
amplio, esas manos extensas que me abarcan desde abajo y me elevan como si
fuera ligera, etérea. Esa ingravidez me muerde por dentro buscando la salida
entre mis piernas, porque al olerla, al anticiparla, soy yo la que se vierte
sobre la alfombra, blanca.
Pero
no, me digo, si yo hoy no busco eso, no quiero sexo, quiero abrazos de
cucharita, abrazos ropero donde meterme y quedarme quieta, muy quieta,
respirándote. Pero es inevitable que al pegarte a mí, sienta todo tu cariño,
todo tu amor, erguirse buscando-me olfateando-me entre las piernas, entre las
nalgas si me doy la vuelta, subiendo por mi espalda, por mi cuello, buscando mi
garganta. Indaga, quiere saber, como se presenta la noche… quiere ser usado ya
que lo despertaron. Y se hincha del propio enfado cuando ve que tu abrazo es
dulce, es de amante amando…
Y me
rio de mi misma, porque siempre olvido que licuada, desarmada en la batalla del
día y vencida, alborotada, con sueño o con hambre no puedo dejar de rehacerme
las veces que hagan falta como la mala de terminator, y querer trepar por tus piernas, morderte la
boca, los labios, la lengua. Dejarme caer y ensartar ahogando con mi sexo los
lamentos del hinchado, rosado y gran ofendido cuando creía que se iría a la
cama sin cenarme. Y exigirte, suplicarte, que te muevas, que entres y no
salgas, y aprietes hasta que no quede nada de ti por darme. Aunque siempre me
engañas y también siempre, hay algo más que regalarme.
Entonces sí, tras
rehacerme para volverme a romper de espasmos encima tuyo, me integro en tu piel
como una célula más y cierro los ojos, deseando que a mitad de noche, despiertes a hervirme de nuevo la sangre.
® Tania Evans
Precioso Tania, me has emocionado una vez más.
ResponderEliminarGracias Cristina...!
EliminarMe encanta...!! Gracias por compartir tan bellas palabras.
ResponderEliminarGracias a ti Rosa por compartirlo conmigo...!
EliminarMe encanta tu blog, es tan sensual.
ResponderEliminarFelicitaciones, Tania.
Un beso.
Muchas gracias de nuevo María, palabras como las tuyas son una gran motivación para continuar escribiendo, un abrazo grande!
Eliminar