Ella se miró al
espejo.
No se encontró.
En su lugar contempló a otra mujer.
La de él.
El hombre
que la acompañaría a la luna
y la arrastró al infierno.
y la arrastró al infierno.
Bañó su tiempo en
sonrisas
y ella deseó entregarle
su última confianza.
y ella deseó entregarle
su última confianza.
Pero su piel comenzó a
cambiar.
No hay célula que no se raje ante la ira desmedida.
Estoy a tiempo,
pensó ella.
Y se abrió todavía más a él.
Reconoció sus miserias
su puzzle sin
armar
el punto exacto de su búsqueda
el precipicio desde donde lo
contemplaba.
Ella creía, que ella, se merecía una despedida a tiempo.
Yo no puedo
salvarte, le dijo a través de las lágrimas.
Yo no necesito ser
salvado, le dijo él.
Ella,
mirándole a los ojos y al corazón
besó la mentira y la abrazó fuerte.
mirándole a los ojos y al corazón
besó la mentira y la abrazó fuerte.
No se arrepiente.
Sabe que no puede salvarlo.
Sabe que solo puede amarlo
y también
que el amor
siempre
es la solución.
Todavía hay esperanza
Todavía en la noche
dormidos
se abrazan.
se abrazan.
©Tania Evans, (Hombres con llave)
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